lunes, 8 de noviembre de 2010

Hipatia y san Cirilo. Nuevo caso inquisitorial. Refutación

Pronto se difundirá la nueva pelicula del cineasta español Amenábar, realizador de "Mar adentro" aquella película que difundió la falsa compasión para promover mundialmente la eutanasia, sobre la astrónoma y matemática egipcia Hipatia que habría sido asesinada por turbas inducidas por su obispo san Cirilo(!). La película es un hito más, esta vez financiado por el cine mundial, con gran alarde de medios, para el acoso y derribo de la iglesia católica en su credibilidad santa.
De verdad que los cineastas españoles, renegados o hijos de la nueva cultura renegada española, están siendo muy valiosos para el proyecto de inversión mundial y cosecha de almas a millones para el infierno. Saben lo que hacen, que esos millones andan hambrientos de argumentos para eliminar las objeciones de su conciencia a su vida libertina para Dios y sumisa a los poderes del mal. Se trata de eliminar al mensajero, la iglesia, para así eliminar el mensaje.
El siguiente enlace muestra un muy documentado historial de este caso que ahora se quiere difundir al máximo como un nuevo caso Galileo dentro de la persecución actual contra la Iglesia para eliminarla de las conciencias.

http://santaiglesiamilitante.blogspot.com/2009/08/por-el-honor-de-san-cirilo-de.html

Para un resumen de las profecías católicas sobre el porvenir de la Iglesia en la misma fuente:

http://santaiglesiamilitante-archivos.blogspot.com/2008/11/las-profecias-catolicas-sobre-el-fin-de.html

Iglesia santa e iglesia masónica según la venerable Catalina Emmerich

Ya hace dos años que publicamos otro post sobre la cuestión de la masonería en la iglesia y la titulábamos masonería amorfa. Hablar de masonería suscita impresiones negativas, como si ello significara una visión conspiranoide, y efectivamente es cuestión a veces demasiado recurrente en determinados círculos, y hay la impresión sobre la masonería como algo caduco históricamente, cuando su tiempo álgido hubiera sido la época de las grandes condenas papales, pero que ya habría pasado.
Un método mejor es dejar a un lado las cuestiones meramente formales, las que han formado la imagen histórica de la masonería, y ver que la masonería es cuestión de corazón y de mente mucho más que una cuestión de pertenencia formal a una logia. Para aclararnos mejor añadamos algunos datos de cómo se formaron los masones en la edad media.
Eran trabajadores dedicados a la creación de edificios eclesiásticos, en especial iglesias y catedrales. Tal fue su importancia que fundaron gremios capaces de hacer lobby ante reyes y señores y conseguían estar exentos de las leyes comunes. El poder de algunos grupos de masones creció y fue capaz de imponerse ante las diversas jerarquías.
Pero actualmente lo central no es estar dentro de grupos literalmente masónicos, lo que también existe desde luego, sino que para ser masón en la iglesia basta una condición: querer construir (de ahí maçon, constructor), una iglesia desde el poder humano, la inteligencia humana, el proyecto humano, los criterios humanos.
Una iglesia que llevará nombre de tal, pero que será sólo iglesia representacional, no real. Y la representacional coincidirá con la real sólo en algunos, aquellos que sigan los designios divinos, el oráculo divino. Y quien(sea alta o baja jerarquía o laico) opere sin preguntarse y asegurarse si lo que surge en su interior o en las disposiciones corporativas es humano o divino en cuanto a proyectos sobre la iglesia y la vida eclesial, quien tenga en nada los oráculos, y las formas de seguridad espiritual (sacrificio y oración previas siempre), quien opere sin discernimiento, sin coloquio divino (sin ganarse mejor dicho el coloquio divino) será en definitiva masón, y serán logias todas las agrupaciones que operen igualmente sin obligarse a la inspiración divina.

Reproducimos visiones coherentes con todo esto de la venerable Ana catalina emmerich que tomamos de http://elfinaldelostiempos.com.mx/


Ví a la Iglesia de San Pedro y a una gran multitud de hombres afanados en destruirla, mientras otros trabajaban en restaurarla. Los trabajadores estaban esparcidos por todo el mundo y me admiraba la conformidad de sus trabajos. Los obreros que trataban de destruir el templo, arrancaban pedazos del mismo; entre éstos distinguí a muchos herejes y apóstatas. Trabajaban de acuerdo a ciertas reglas los que llevaban mandiles blancos, con bolsillos, bordeados con
bandas azules y llanas sujetas a la cintura. Estaban vestidos con toda clase de trajes; entre ellos había hombres altos y corpulentos, con uniformes y estrellas; pero éstos no trabajaban, sino que indicaban en los muros, con la llana, dónde y cómo habían de demoler. Ví con espanto que entre ellos había sacerdotes católicos. A veces, cuando no sabían cómo demoler, se acercaban a uno de los suyos, que tenía un gran libro, en el cual parece que estaba indicado cómo estaba
hecho el edificio y la manera de derribarlo. Después señalaban con la llana una parte de él, para que fuera destruida, la cual, en efecto se derrumbaba. Los que derribaban el edificio, obraban tranquila y seguramente, pero con timidez, secretamente, puestos como en acecho.

He visto al Papa en oración rodeado de falsos amigos, que muchas veces hacían lo contrario de lo que se les mandaba. Vi a un hombre malvado, negro y de baja estatura, trabajar muy activamente contra la Iglesia. Mientras el templo era destruido por éstos en alguna parte, reedificábanle otros por otra parte, pero sin energía ni vigor. Vi a muchos eclesiásticos a quienes conocía, entre ellos el Vicario General, cuya vista me causó mucha alegría. Pasó sin
turbarse por entre los demoledores y dispuso lo necesario para la conservación y restauración del templo. Vi también a mi confesor llevar una gran piedra, dando un buen rodeo. Vi a otros sacerdotes, perezosos, rezar las horas con su breviario y llevar, muy de tarde en tarde, alguna piedrecita bajo los hábitos o alargársela a otros. Parecía que ninguno tenía confianza ni gusto en el trabajo, puesto que trabajaban sin dirección y sin saber lo que hacían. Aquello era aflictivo.
Ya estaba destruida la parte anterior de la Iglesia y no quedaba en pie más que el Sagrario. Yo estaba muy triste, pensando dónde se hallaría aquel hombre con veste roja y bandera blanca, que se me había representado otras veces sobre la misma Iglesia, salvándola de la destrucción.

La Santísima Virgen protege la Iglesia.

Entonces vi a una gran Señora, llena de majestad, que venía por la gran plaza que hay delante del templo. Tenía un manto extendido, sujeto con ambos brazos y se movía apaciblemente en el aire. Detúvose en lo alto de la cúpula y extendió su manto, que brillaba como el oro, sobre todo el recinto de la iglesia. Los demoledores dejaron de trabajar en aquel momento. Quisieron proseguir su obra de destrucción, pero no pudieron acercarse al espacio protegido por el
ancho manto. Entretanto los que trabajan en reedificar la iglesia, mostraban extraordinaria actividad. Vinieron muchos hombres oscuros, ancianos e impedidos y muchos jóvenes vigorosos; mujeres y niños, sacerdotes y seglares, y muy pronto estuvo casi del todo restaurada la iglesia.
Vi entonces venir un nuevo pontífice en procesión. El Papa era mucho más joven y enérgico que el anterior. Fue recibido con gran solemnidad. Parecía que iba a consagrar la iglesia, pero oí una voz que decía que el templo no necesitaba nueva consagración, pues la parte principal de él, el tabernáculo, no había sido destruido. Debía celebrarse una doble fiesta en toda la Iglesia: un jubileo universal y la restauración de la Iglesia. Antes que el Papa comenzara la fiesta, había preparado a los suyos y éstos lanzaron de la asamblea, sin contradicción ninguna, a una multitud de eclesiásticos, unos de mucho viso, otros de poca significación, los cuales salieron murmurando, llenos de cólera. El Pontífice tomó a su servicio a otros eclesiásticos y a otros seglares. Después empezó la gran solemnidad en la Iglesia de San Pedro. Los que trabajaban con mandiles blancos mantuviéronse silenciosos, circunspectos y tímidos, mirando si alguno los observaba.

El Arcángel San Miguel lucha por el Triunfo de la Iglesia.
(30 de diciembre de 1819)

He visto nuevamente la Iglesia de San Pedro con su gran cúpula. Sobre ella resplandecía el Arcángel San Miguel vestido de color rojo, teniendo una gran bandera de combate en las manos. La tierra era un inmenso campo de batalla.
Los verdes y azules luchaban contra los blancos; estos sobre los cuales había una espada de fuego, parecía que iban a sucumbir; no todos sabían por qué causa combatían. La Iglesia era de color sangriento como el vestido del Arcángel.
Oí que me decían: “Tendrá un bautismo de sangre”. Cuanto más se prolongaba el combate, más se apagaba el vivo color rojo de la iglesia y se volvía más transparente. El Arcángel descendió y se acercó a los blancos. Lo ví delante de todos. Éstos cobraron gran valor, sin saber de donde les venía. El Ángel derrotó a los enemigos, los cuales huyeron en todas direcciones. La espada de fuego que estaba sobre los blancos, desapareció. En medio del combate aumentaban las filas de los blancos: grupos de adversarios se pasaban a ellos y una vez se pasaron en gran número.
Sobre el campo de batalla había, en el espacio, legiones de santos que hacían señales con las manos, diferentes unos de otros pero animados del mismo espíritu.


Ve a San Francisco de Sales y a Santa Juana de Chantal.
(Domingo de infraoctava de la Santísima Trinidad, 1820)


Para consuelo mío he visto cuadros de la vida de los dos santos: San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal. Decían que los tiempos que corremos son muy tristes; pero que después de muchos desastres, vendrá un tiempo suave y apacible, en que los hombres estarán muy unidos unos con otros y se amarán mucho; entonces florecerán muchos monasterios en el verdadero sentido de la palabra. Ví también una imagen de estos lejanos tiempos, la cual no puedo describir; de ahí se alejaban las tinieblas de la noche y surgían la luz y el amor. Vi toda clase de cuadros relativos al Renacimiento de las órdenes religiosas.
Los tiempos del Anticristo no están tan próximos como algunos creen. Han de venir precursores del mismo. He visto en algunas ciudades maestros de cuyas escuelas podrán salir esos precursores.

Ve la Iglesia de San Pedro en peligro.
(28 de agosto de 1820)

Ví una imagen de la Iglesia de San Pedro, donde me parecía que el tiempo flotaba sobre la tierra y que muchos corrían presurosos a ponerse debajo de él para transportarlo, grandes y pequeños, sacerdotes y seglares, mujeres y niños y aún ancianos impedidos. Yo sentía grande angustia e inquietud, pues estaba viendo que la iglesia amenazaba ruinas por todas partes. Pero todas aquellas gentes se pusieron debajo de ella sosteniéndola con sus hombros; cuando esto
hacían todos tenían la misma estatura. Cada uno estaba en su puesto: los sacerdotes debajo de los altares; los legos debajo de las columnas y las mujeres a la entrada. Era tan grande el peso que todos soportaban, que creí que serían aplastados. Sobre la Iglesia aparecía el cielo abierto y los coros de los santos la sostenían con sus oraciones y sus méritos y ayudaban a los que la sostenían sobre sus hombros. Yo estaba flotando entre unos y otros. Ví que los que la
llevaban se movían hacia delante y que una fila de casas y palacios que había enfrente caían por tierra, como las espigas de un campo, al pasar sobre ellos la iglesia y que la misma iglesia fue puesta allí sobre la tierra.
Entonces tuve otra visión. Ví que la Santísima Virgen estaba sobre la Iglesia y alrededor de ella los apóstoles y obispos. Abajo vi grandes procesiones y solemnidades. Ví que todos los malos pastores de la iglesia, que habían creído que podían hacer algo con sus propias fuerzas, sin recibir la virtud de Cristo, de los vasos de sus santos predecesores y de la iglesia, fueron lanzados y reemplazados por otros. Ví que desde lo alto recibían bendiciones y que se obraban
grandes mudanzas. Ví al Papa que dirigía todas estas cosas. Ví elevarse a dignidades, a hombres muy pobres y a jóvenes.

Ve una Iglesia falsa en contra de la Iglesia de Roma.
(12 de septiembre de 1820)

He visto construir una iglesia curiosa, falsa y perversa. Había en el coro tres divisiones, cada una de varias gradas, unas más altas que las otras. Debajo se extendía una oscura extensión llena de tinieblas. Sobre la primera de estas divisiones vi que arrastraban un asiento, en la segunda una gran taza llena de agua; sobre la más alta había una mesa.
No he visto ningún ángel presente en la construcción; pero estaba la especie más ardiente y curiosa de los múltiples espíritus de los planetas, que transportaban toda clase de objetos bajo esta techumbre; y allí abajo, ciertas personas envueltas en una especie de manteletas o capas eclesiásticas, llevaban todas esas cosas afuera. Nada venía de lo alto en aquella iglesia; todo provenía de la tierra y de la oscuridad, y los espíritus de los planetas lo traían y lo preparaban
todo. Sólo el agua parecía tener en sí misma fuerza saludable y en cierto modo santificante. He visto traer luego dentro de esa iglesia una gran cantidad de instrumentos. Muchas personas y también niños llevaban utensilios e instrumentos de la más variada especie para hacer y producir alguna cosa; pero todo era oscuro, pervertido, privado de vitalidad y no se veía más que separación y división.
Cerca de ésta he visto otra iglesia luminosa, colmada de gracias de lo alto; he visto a los ángeles subir y descender y he visto allí vida y crecimiento, aunque también disipación y negligencia. A pesar de todo era un árbol lleno de jugo y de fuerza vital en comparación de la pseudo iglesia, que parecía un sarcófago de reliquias muertas y de figuras.
Una iglesia era como un ave que vuela y se remonta en los aires; la otra como un barrilete hecho de papel por los niños, lleno de nudos, de adornos y de trozos de papel de colores en la cola, que se arrastra sobre un campo árido cubierto de estopa, en vez de remontarse a los aires. He visto que muchas de las cosas reunidas en aquella iglesia estaban amontonadas en contra de la iglesia viviente: así he visto dardos y flechas. Cada uno se empeñaba en llevar ahí dentro alguna cosa, como bastones, varas, pompas de agua, garrotes de toda clase, muñecos y espejos. Allí había
trompetas, cuernos, fuelles y toda clase de objetos de toda clase y manera. Bajo la bóveda de la sacristía se afanaban por hacer pan; pero no fermentó y quedó todo abandonado. He visto a aquellos hombres con la manteleta llevar leña delante de las gradas sobre las cuales estaba el púlpito y encender fuego y soplar con los fuelles y con la boca y afanarse mucho; pero no salía de allí más que humo de una oscuridad espantosa. Entonces hicieron una abertura por arriba y colocaron un tubo; pero aquel fuego no quiso prender y se hizo tan denso de humo que terminó por sofocar.
Otros soplaban en las trompetas y clarines y se esforzaban de tal modo que parecía les salían a los ojos por las órbitas; pero todo quedó allí abandonado en el suelo y luego desapareció bajo tierra; de modo que todo era muerto y ficticio y vana obra humana.
Esta iglesia es en verdad obra de los hombres, en conformidad con la nueva moda, como lo es la nueva iglesia, no católica, de Roma, que es también de esa especie.

Ve la obra de los espíritus malos en la falsa iglesia.
(12 de noviembre de 1820)

He viajado por un país oscuro y frío y llegué a una gran ciudad. Allí dentro he visto de nuevo la extraña gran fábrica de la iglesia; pero he visto que allí no hay nada de santo, sino innumerables espíritus planetarios que trabajaban en torno de ella. He visto todo esto como veo, de modo parecido, hacerse una obra eclesiástica católica de común acuerdo entre los ángeles, los santos y los cristianos; pero aquí las formas empleadas eran mecánicas, y las ayudas y los medios de otra especie. He visto subir y bajar y enviar rayos y luz por muchos espíritus planetarios cobre aquella gente que trabajaba. Todo se hacía y resultaba según la pura razón humana. He visto allá arriba, en las altas regiones, cómo un espíritu hacía líneas y diseñaba figuras y cómo luego aquí en la tierra se ejecutaba, porque veía que uno abría los cimientos y hacía aberturas o planos. He visto que la acción de estos espíritus planetarios, que trabajan para sí y para esa
gran fábrica, extendían su influjo a las más remotas comarcas. Todo aquello que parecía necesario o sólo útil a la fabricación y existencia de esta iglesia, he visto excitarlo y ponerlo por obra en los más apartados lugares y distancias y he visto ponerse de acuerdo hombres y cosas, enseñanzas y opiniones para cooperar a la obra. Había en todo ese cuadro algo de admirablemente egoístico, de orgullosamente seguro y violento; y que todo tuvo éxito lo vi en un cuadro múltiple de cosas; pero no he visto siquiera un solo ángel o un santo concurriendo a la obra. El cuadro que he visto era grandioso y perverso.
He visto también mucho más lejos y detrás de aquel asiento o trono, un pueblo feroz armado de picas, y un rostro feo que sonreía y decía: “fabrica no más lo más sólido que quieras; nosotros la destruiremos”. Penetré además en una sala grande de aquella ciudad donde se celebraba una ceremonia odiosa, una horrible y falsa comedia. Todo estaba tapizado de negro. Uno fue puesto dentro de un catafalco y luego resucitó. Él estaba presente en persona y llevaba en el pecho una estrella. Parecía que esto significaba una amenaza de que así sucedería. He visto dentro al diablo en mil formas y figuras. Todo era densa y oscura noche: aquello era horrible.

Ve nuevamente la iglesia de San Pedro.
(10 de septiembre de 1822)

He visto la Iglesia de San Pedro del todo destruida, excepto el coro y el altar mayor. San Miguel, armado y ceñido, descendió a la Iglesia y con su espada impidió que entraran en ella muchos malos pastores, y los impelió hacia un ángulo oscuro, donde se sentaron mirándose unos a otros. Todo lo que había sido destruido de la iglesia fue reconstruido en pocos momentos de suerte que pudiera celebrarse el culto divino. Vinieron sacerdotes y legos de todo el mundo trayendo piedras para reedificar los muros, ya que los cimientos no habían podido ser destruidos por los demoledores.

Ve en éxtasis a la Iglesia abandonada y afligida.

He visto a la Iglesia enteramente abandonada por completo y sola. Parece que todos huyeran de ella. Todo es contienda en torno de ella; por doquiera veo grandes miserias, odio, traición y encono, inquietud, falta de auxilio y ceguedad absoluta. De un lugar oscuro veo salir mensajeros anunciando por todas partes malas nuevas, que causan amargura en los corazones de los que las oyen, y encienden la cólera y el odio. Yo ruego con mucho fervor por los oprimidos. Sobre los lugares donde algunos hacen oración veo descender luces, y sobre todos los demás, negras
tinieblas. Este estado de cosas es espantoso. He rogado a Dios que tenga misericordia. ¡Oh ciudad!... (Roma) ¡Oh ciudad!... ¡Qué gran calamidad te amenaza!...La tempestad está próxima; prepárate, pues. Confío, sin embargo, en que has de permanecer firme.

Supervivencia de la Iglesia e indignidad de los cristianos.
(4 de octubre de 1822)

Cuando esta noche vi a San Francisco llevando sobre sus hombros la iglesia, según la visión que tuvo el Papa, vi que un hombre de corta estatura en cuyo rostro había algo de judío, llevaba a cuestas la Iglesia de San Pedro, lo cual me pareció muy peligroso. En la parte norte, sobre la Iglesia, estaba María protegiéndola bajo su manto. Diríase que aquel hombre iba a caer. Parecióme seglar y que le conocía yo. Aquellos doce a quienes siempre veo como nuevos
apóstoles, venían a socorrerle, pero demasiado despacio. Ya iba a caer, cuando por fin llegaron todos y se pusieron debajo de ella; también ayudaron muchos ángeles. Tratábase de salvar sólo el suelo y la parte posterior de la iglesia, pues todo lo demás lo habían destruido las sectas y aún los mismos eclesiásticos. Aquellos llevaban a la iglesia a otro lugar y parecía que a su paso venían por tierra muchos palacios como si fueran campos de mieses. Viendo en ruina a la Iglesia de San Pedro y los muchos eclesiásticos que habían trabajado en destruirla sin que ninguno quisiera decir delante de los demás lo que había hecho, sentí tal tristeza que hube de clamar en alta voz pidiendo a Jesús misericordia.
Entonces ví delante de mí a mi Celestial esposo en figura de un mancebo, quien habló largo tiempo conmigo. Me dijo que esta traslación de la Iglesia significaba que en la apariencia había de caer en tierra por completo, pero que descansaba en estas columnas y que de ellas había de surgir de nuevo; que aunque no quedara más que un solo cristiano católico en el mundo, ella podía vencer, pues no está fundada en la razón ni en el consejo de los hombres. Luego me mostró que en la Iglesia nunca habían faltado fieles que hicieran oración y padecieran por ella. Mostróme además lo que Él había padecido por la Iglesia, la virtud que había comunicado a los méritos y trabajos de los mártires y que todo lo volvería a padecer de nuevo si fuera posible. También me mostró en innumerables escenas la miserable conducta de los cristianos y de los eclesiásticos, en círculos cada vez mayores, en todo el mundo y en mi patria, y me
exhortó a orar con perseverancia y a padecer por ellos. Había una grandeza y tristeza incomprensibles en esta escena, que no puedo describir. También se me dio a entender que casi no quedaban ya cristianos en el sentido en que antes se tomaba esta palabra, así como entendí que los judíos que ahora existen, son todos ellos fariseos y aún peores que fariseos. El solo pueblo de Judit(*) en África está compuesto de antiguos verdaderos judíos. Esta visión me afligió mucho.

(*) De esta Judit se habla extensamente en el capítulo Visiones de una comunidad hebrea en Abisinia.

Visión de la bestia del mar y del Cordero de Dios.
(Agosto a Octubre de 1820)

Veo a nuevos mártires, no de ahora, sino de tiempos futuros. Veo su aflicción y veo que se precipitan los hechos. He visto a las sociedades secretas trabajar y combatir cada vez con mayor intensidad para destruir a la gran Iglesia; y he visto entre esta gente a un espantoso animal, salido del mar (5).
El monstruo tenía cola como de pez, melena como de león y muchas cabezas alrededor de una mayor que las otras, erizada, formando una corona. Sus fauces eran grandes y rojas. Estaba manchado como un tigre y andaba confiadamente entre aquellos sectarios destructores. Muchas veces estaba en medio de ellos, mientras trabajaban, y también ellos iban a buscarlo en la caverna donde solía esconderse.
Mientras estas cosas sucedían, he visto aquí y allá, en el mundo entero, muchos buenos y piadosos hombres, especialmente eclesiásticos, atormentados, encarcelados y oprimidos, y tuve el sentimiento interior de que un día habría nuevos mártires. Cuando la Iglesia estaba en gran parte destruida, de tal modo que no quedaba más que el coro y el altar mayor, vi a estos destructores, juntamente con la bestia, entrara en la Iglesia. Allí encontraron a una Señora grande y magnífica, que parecía estar en cinta, pues caminaba lentamente. Los enemigos quedaron muy admirados y espantados, y la bestia no pudo dar un paso más. Extendió furiosamente el cuello hacia la Señora, como si quisiera tragarla, pero ella se volvió y cayó postrada sobre su rostro. Ví entonces a la bestia huir de nuevo hacia el mar y a los enemigos correr, confundidos y desconcertados, atropellándose unos a otros: porque ví que, en torno de la
Iglesia, venían desde lejos y se aproximaban grandes círculos, en la tierra y en el cielo. El primer círculo estaba formado de jóvenes y de doncellas; el segundo, de personas casadas de todos los estados, entre ellos reyes y reinas; el tercero, de personas pertenecientes a las órdenes religiosas; el cuarto, de guerreros, delante de los cuales ví a un jinete sobre y un caballo blanco. El último círculo estaba compuesto de labradores y gente de la comarca, muchos de ellos
señalados con una cruz roja en la frente. Mientras se acercaban, los prisioneros y oprimidos fueron liberados y se juntaron con ellos.
Los destructores y conjurados fueron echados de todos los puntos, reunidos delante de aquellos círculos, y se encontraban, sin saber cómo, juntos en un escuadrón, envueltos en confusión y tinieblas. No sabían ni lo que habían hecho ni lo que debían hacer y con la cabeza baja se precipitaron unos contra otros, como los veo hacer a menudo. Cuando todos estuvieron reunidos confusamente, los ví abandonar la obra de destrucción y perderse desorientados entre los
diversos círculos.
He visto después a la Iglesia, de nuevo, rápidamente restaurada, con mayor esplendor que antes, pues las gentes de todos los círculos, de una extremidad a la otra del mundo, se alcanzaban unas a otras las piedras para reedificarla.
Cuando esos círculos se aproximaban, el primero o el más interno se colocaba detrás de los otros. Parecía que se distribuían entre ellos las obras diversas de oración y como si el círculo de los guerreros comenzase obras de guerra. En este círculo me parecían confundidos amigos y enemigos de todos los pueblos. Eran verdaderos soldados de nuestra especie y color. Este círculo, sin embargo, no estaba del todo cerrado, sino que hacia el Septentrión tenía una mancha
amplia y oscura, como una abertura, como un abismo. Este abismo se extendía hacia abajo, en las tinieblas, precisamente como en los umbrales del Paraíso, en aquel punto donde Adán, arrojado, salió afuera. Me parecía como si allá abajo se extendiese un oscuro y tenebroso lugar. He visto como si porciones de este círculo quedasen atrás y no quisiesen avanzar y éstos se mantuviesen estrechados entre sí y tristes los rostros, mirándose unos a otros. En todos
estos círculos he visto a muchos que serán mártires de Jesucristo, ya que había también muchos malos y por esta causa habría otra división.
Vi que la Iglesia había sido del todo restaurada, y sobre ella el Cordero de Dios, encima del monte, y en torno de Él, un círculo de vírgenes con palmas en las manos, y los cinco círculos de las escuadras celestes, como los de la tierra. Los círculos celestes habían avanzado juntamente con los terrestres y obraban de común acuerdo. En torno del Cordero estaban las cuatro imágenes apocalípticas de los animales sagrados.

Esta iglesia maldita es pura inmundicia, es la vaciedad y las tinieblas. Casi ninguno de los suyos conoce las tinieblas en las cuales trabaja. Todo es en ella vana oscuridad; sus escarpados muros nada contienen; el altar que usan, es una silla. En una mesa hay una calavera cubierta, entre dos luces; a veces la descubren. En sus “consagraciones” echan mano a dagas desnudas. Aquí está el mal sin mezcla de bien; ésta es la comunión de la gente non sancta. Yo no puedo declarar con palabras cuán abominables son, y cuán perniciosos y vanos los intentos de esta asociación, desconocidos en gran parte por sus mismos adeptos. Quieren hacerse todos un solo cuerpo con algo que no es Jesucristo. Habiendo yo apartado a uno de ellos, se llenaron de furor contra mí. Cuando la ciencia se divorció de la fe, surgió esta iglesia sin Salvador, sin creencia; esta comunión de “santos” sin fe; la contraiglesia, cuyo centro es la maldad, el error, la mentira, la hipocresía, la flaqueza y la astucia. Nació así un cuerpo, una comunidad fuera del cuerpo de Jesucristo, o sea, fuera de la Iglesia; una iglesia falsa sin Salvador, cuyo misterio es no tener misterio alguno.
Distinta en cada lugar, temporal, infinita, cortesana, egoísta, dañosa y que a pesar de las obras buenas de que se precia, conduce finalmente al abismo de la miseria. El mayor peligro que ofrece en su aparente inocuidad. En todas partes hacen y desean cosas diferentes; en muchas obran sigilosamente; en otras preparan ruinas sin que sean conocidos, sino de pocos, sus malvados planes. Así coinciden todos con sus obras en un centro que es el mal, y obran y trabajan fuera de Cristo, porque en Él únicamente es santificada toda vida y fuera de cuyo reino toda obra es trabajo que permanece en la muerte y en el demonio.

Los trabajos de las sectas.
(Fiesta de la Candelaria)

En estos días he visto muchas maravillas de la Iglesia. La Iglesia de San Pedro estaba casi destruida por las sectas; pero los trabajos de éstas fueron aniquilados y todas sus pertenencias, mandiles y utensilios, quemados en un lugar inmundo por la mano del verdugo. Había allí pelo de caballo que exhalaba tal hedor, que me causó mucho daño. En esta visión se me presentó la Madre de Dios ejercitando su poder a favor de la Iglesia. Desde entonces mi devoción a María es
cada vez mayor.

Visión de la época del Anticristo.

Después de haber visto la cesación del santo sacrificio de la Misa, en la época del Anticristo, continuó narrando lo siguiente:
He visto un gran cuadro eclesiástico, pero no soy capaz de reproducir todo el conjunto. He visto la Iglesia de San Pedro y en torno de ella muchos campos, jardines, vecindades y bosques. He visto a muchas personas contemporáneas nuestras de todas las partes del mundo y muchísimas otras que conozco personalmente o por medio de las visiones, que entraban en la Iglesia, y parte de ellas paseaban con indiferencia yendo a otros puestos diversos.
Había dentro una gran solemnidad y sobre ella se veía una nube luminosa de la cual descendían apóstoles y obispos santos, que se reunían en coro sobre el altar. Entre ellos he visto a Agustín y a Ambrosio y a todos aquellos que han hecho mucho por la exaltación de la Iglesia. Había una gran solemnidad y se celebró la Misa.
Y yo he visto en medio de la iglesia un gran Cristo abierto de cuyo lado más largo pendían tres sellos; de cada uno de los más estrechos dos solos estaba abierto más bien hacia la parte anterior de la iglesia, que en el centro de la misma. He visto también encima al evangelista Juan y supe que eran las revelaciones que tuvo en la isla de Patmos.
Aquel libro estaba apoyado sobre un atril en el coro. Alguna cosa había tenido lugar antes que este libro hubiese sido abierto, pero he olvidado lo que fue. Es una verdad, lástima que aquí haya un aviso en mi visión. El Papa no estaba en la iglesia. Estaba escondido. Creo que aquellas gentes que había en la iglesia no sabían dónde estaba él. No sé ya si él estaba en oración, o hubiese muerto.
He visto por los demás que todas aquellas gentes tenían que poner la mano sobre cierto paisaje en el libro de los evangelios, fueron eclesiásticos o laicos, y que entre muchos de ellos descendió una luz, como una señal que los santos apóstoles y obispos les participaban. He visto también que muchos hacían este acto superficialmente. Fuera de la iglesia he visto aproximarse a muchos judíos que querían entrar, pero no lo podían hacer aún. Al fin llegó toda entera la
multitud que al principio no había podido entrar adentro. Era un pueblo innumerable. Entonces he visto de improviso aquel libro ser tocado por un contacto sobrenatural y cerrarse enseguida. Esto me hizo acordar cómo una vez en el convento, de noche, el demonio me apagó la luz y me cerró el libro.
En torno de allí, pero en lontananza he visto una espantosa y sangrienta batalla y ví una gigantesca lucha del lado del Septentrión y del lado del Occidente. Este fue un cuadro grande y muy serio. Siento haber olvidado aquel lugar del libro sobre el cual los hombres debían poner los dedos.

Ve los estragos que causan los enemigos a la Iglesia y a la futura restauración por medio de María.
(Pascua de 1820)

Cuando Ana Catalina tuvo esta visión, el guía le dijo que abarcaba siete espacios determinados de tiempo; no pudo luego, al relatar, fijar los límites de cada tiempo ni decir cuál de esos tiempos correspondían a dichos acontecimientos.
He visto a la tierra como en una superficie redonda, cubierta de oscuridad y tinieblas. Todo estaba corrompido y a punto de perecer. Esto lo he visto muy detalladamente en todas las criaturas, en los árboles, en los arbustos, en las plantas, en las flores, en los campos. Parecía como si las aguas de los arroyos de las fuentes, ríos y mares fuesen sorbidas y volviesen a su origen. Fui por la tierra desolada y ví a los ríos como líneas delgadas, a los mares como negros
abismos en medio de los cuales sólo había algunas gritas con agua. Todo lo demás era fango espeso y oscuro donde veía toda suerte de animales monstruosos y peces luchando con la muerte. Vi tanta distancia alrededor que pude distinguir con toda claridad las orillas del mar donde en otra ocasión yo había visto que San Clemente fue sumergido.
Vi también lugares y muchedumbre de gentes tristes y turbadas y muchas ruinas.
A medida que crecían la sequedad y la desolación de la tierra, se aumentaban las obras tenebrosas de los hombres. Vi muchas maldades, en particular reconocí a Roma y ví la opresión que padecía la iglesia y su decadencia en lo interno y en lo externo. Vi grandes ejércitos que se dirigían a un mismo punto desde varias regiones y todos estaban empeñados en luchas y batallas. En medio de ellos he visto una gran mancha negra a manera de un enorme agujero y en torno de él los combatientes eran cada vez menos, como si cayeran en aquél abismo como si nadie los viese caer.
Durante esa lucha ví en medio de tanta ruina y corrupción a doce hombres, en diferentes comarcas. Sin conocer ni tener noticias los unos de los otros, recibir como torrentes del agua viva que deriva de la vida eterna. Ví que todos ellos trabajaban en lo mismo, en diferentes lugares y que no sabían de dónde les venían los dones necesarios, pues cuando acababan una misión les encomendaban otra. Eran doce y ninguno de ellos pasaba de los cuarenta años. Tres eran
sacerdotes y alguno otro quería serlo. Vi también que algunas veces yo tenía relación con alguno de ellos, como si le conociera o estuviera cerca de él. En sus trajes no había nada de particular; cada uno de ellos vestía según el uso actual de su país. Vi que obtuvieran de Dios lo que se había perdido y cómo en todas partes obraban el bien. Todos eran católicos.
En medio de la tenebrosa corrupción ví falsos profetas y otras personas que trabajan contra los escritos de estos doce apóstoles, los cuales desaparecían con frecuencia en medio del tumulto y luego salían otra vez más resplandecientes que antes. Ví unas mujeres que estaban como en éxtasis y junto a ellas hombres que las magnetizaban. Ellas predecían lo futuro; pero a mí me causaba aversión y horror, me pareció ver aquella mujer de Münster y pensé dentro de mí,
con inquietud que al menos el padre Limberg, no estaría junto a ellas. Cuando las filas de los que combatían en torno de aquel negro abismo se aclararon más y más, y en medio del combate desapareció toda una ciudad, aquellos doce hombres apóstoles aumentaron mucho el número de los que peleaban a su lado y desde la otra ciudad (la verdadera ciudad de Dios, Roma) salió un cono de luz que penetró en el oscuro disco. Ví por arriba de la iglesia, humillada y
menoscabada, una hermosísima Señora con un manto azul celeste muy extendido y con una corona de estrellas en la cabeza. De Ella procedía la luz que penetraba cada vez más en la oscuridad, y allí donde llegaba esa luz, todo era renovado y todo volvía a prosperar. Los nuevos apóstoles entraron todos en aquella luz. Yo creía haber visto a mí misma con otros a quienes conocía, que estábamos delante, en lo alto. En una gran ciudad vi. una iglesia, la más pequeña
entre otras, que llegaba a ser la primera. Los nuevos apóstoles fueron iluminados por la luz. Creo haber visto con ellos a la cabeza, a otros que no conozco.
Todo volvió a florecer de nuevo. Vi un nuevo Papa muy severo. El abismo se hacía cada vez más estrecho: se hizo tan pequeño que podía ser cubierto con un balde de agua. Finalmente ví tres ejércitos o comunidades se unían a la luz. Había entre ellos personas buenas e ilustradas, las cuáles entraron en la iglesia. Todo se había renovado y estaba floreciente. Ví que se edificaron iglesias y monasterios. Durante aquella tenebrosa aridez, fui trasportada a un prado
lleno de verdor y de cándidas flores que otras veces había tenido que recordar después. Encontré un vallado de espinas, con el cual me había lacerado y arañado mucho durante aquellos tiempos ocurridos. Ahora estaba todo florido y penetré en él alegremente.

Las llagas del Señor derraman bendiciones sobre la Iglesia y el mundo.

El arcángel San Miguel descendió de la iglesia y ví sobre ella, en el cielo, una gran cruz luminosa, de la cual pendía el Salvador. De sus llagas descendían sobre el mundo franjas de luz que se difundían por todas partes. Las llagas eran rojas y como brillantes puertas, y el centro de ellas, dorado como el sol. No llevaba la corona de espinas, pero de las heridas de su cabeza salían rayos horizontales de luz que iluminaban el mundo. Los rayos que salían de las manos y de
los pies eran como el arco iris y se dividían en rayos muy finos, y, muchos, iban a iluminar aldeas, ciudades y casas por el mundo entero. Ví estos rayos en muchos lugares al mismo tiempo, cerca y lejos, descender sobre toda clase de moribundos y atraer con violencia a las almas, las cuales, por uno de estos colores del arco iris, se corrían hacia las llagas del Salvador. Los rayos de la herida del costado descendían sobre la iglesia que estaba debajo, como un torrente ancho y caudaloso. De esta suerte resplandecía la iglesia y por este torrente de luz entraban la mayor parte de las almas en el Señor.
Ví oscilar en el cielo un corazón rojo y brillante unido con la cruz por una franja luminosa que de él salía hacia la herida del costado del Salvador. Otra franja luminosa, que partía también del corazón, se extendía sobre la iglesia y sobre muchas comarcas. Estos rayos de luz atraían a muchas almas al corazón y pasando a través de él iban por la faja de luz que lo unía con la cruz y entraban en el costado de Jesús. Se me dijo que este corazón era el de María.
Además de los rayos luminosos, pendían de las llagas unas escalas, algunas de las cuales no llegaban a tierra. Estas escalas eran unas treinta, diferentes todas entre sí: las había anchas y estrechas, unas con peldaños juntos y otras con peldaños separados, unas aisladas, otras juntas y agrupadas. Sus colores eran los mismos del lugar de purificación, oscuros, claros, grises, cada vez más vivos a medida que se subía en ellas.
Por estas escalas ví subir trabajosamente a muchas almas. Unas iban rápidamente, como si hubiera quien las ayudara a andar con firmeza; otras se empujaban unas a otras y caían en los escalones inferiores; algunas caían en la oscuridad más profunda. Aquella trabajosa subida parecía más conmovedora cuando se la comparaba con la alegre entrada de las que eran atraídas a modo de absorción. Las que subían sin retroceder con paso firme, parecía que estaban
más unidas con la iglesia que con las otras que se detenían o esperaban o se quedaban solas.


Detrás de la cruz, muy adentro, allá en el cielo, ví muchas imágenes de la obra de la Redención en el camino de la divina gracia, a través de la historia del mundo hasta su cumplimiento en la Redención. Yo no me detuve en ningún punto; recorrí la franja luminosa viéndolo todo.

Ve la proximidad del reino de Dios.

Cuando hubo cesado el combate en la tierra, la iglesia y el ángel se tornaron blancos y resplandecientes, y el ángel desapareció. También desapareció la cruz, y en el lugar que ella ocupaba apareció una Señora alta y resplandeciente, encima de la iglesia, extendiendo sobre ella su dorado y brillante manto. Debajo en la iglesia se oyeron voces de mutua humillación y reconciliación. Ví a obispos y pastores acercarse y cambiar sus libros. Las sectas reconocieron a la iglesia por su admirable victoria y por la luz de la revelación que habían visto resplandecer en ella. Cuando ví esa unión, sentí profundamente la proximidad del reino de Dios. Ví un resplandor y una vida superior en toda la naturaleza y un santo impulso en todos los hombres, como cuando se aproximaba el nacimiento de Jesús, y de tal manera sentí la proximidad del reino de Dios, que me ví obligada a salir a su encuentro. (En esta parte de la visión, oraba en alta voz).
De la venida de María tuve un vivísimo presentimiento. Ví a su estirpe ennoblecerse a medida que se iba acercando a esta flor. Ví venir a María: cómo la ví, no podría decirlo. De la misma manera siento la proximidad del reino de Dios. Sólo puedo comparar aquel sentir con este modo de ver. El reino de Dios lo ví acercarse cumpliéndose el anhelo de muchos fieles atraídos por la fe humilde y el ardentísimo amor. Ví aparecer en la tierra muchos rebaños pequeños y luminosos
de corderos, apacentados por pastores; ví que éstos eran verdaderos pastores de Aquél que, como Cordero, dio su sangre por nosotros; y ví que un amor infinito y una virtud divina reinaban entre los hombres.
Cerca de mí ví pastores, de quienes yo sabía que no pensaban en nada de esto, y deseé vivamente que despertaran de su sueño.

Ve la Iglesia de Roma.
(27 de Diciembre de 1820)

Veo a la Iglesia Romana resplandeciente como el sol. De ella salían rayos a torrentes que se dilataban por el mundo entero. Me fue dicho que esto se refería a la revelación de San Juan, mediante los cuales algunos cristianos debían recibir parte de esa luz y que ésta recaería por entero a favor de la iglesia. He visto acerca de esto un cuadro muy preciso,
pero no lo puedo expresar con palabras.

Ve a la Iglesia después del combate.

Ví a la iglesia después del anterior combate resplandeciente como el sol. En ella se celebraba una gran solemnidad y ví que entraban muchas procesiones. Ví un nuevo Papa muy severo y riguroso. Antes de empezar la fiesta había despedido a muchos obispos y pastores, porque eran malos. Ví que concurrieron a la celebración de esta fiesta los santos Apóstoles es especialmente. Entonces ví muy próximo el cumplimiento de estas palabras: “Señor, venga a nos el tu reino”. Apréciame ver descender de lo alto luminosos jardines celestiales y unirse con lugares
inflamados de la tierra y todo allí sumergirse en la luz primitiva. Los enemigos, que habían huido del combate, no fueron perseguidos, pero se dispersaron.

Visión de la Jerusalén celestial.

Ví en las brillantes calles de la ciudad de Dios muchos palacios y jardines resplandecientes, en los cuales había innumerables cohortes de santos, que discurrían alabando a Dios y derramando sus gracias sobre los hombres. En la celestial Jerusalén no hay ninguna iglesia: el mismo Cristo es la iglesia. María reina en la ciudad de Dios, y sobre ella están Cristo y la Santísima Trinidad. Desde Ella desciende sobre María celestial rocío, que se difunde sobre toda la santa ciudad.

Progresivismo-deconstrucción: un nuevo sentido común invertido

El progresivismo es la ideología nueva para la transformación de la sociedad y la construcción de la nueva humanidad y el nuevo futuro.
Se pretende crear una nueva conciencia, una nueva moral, que será exactamente la inversa de la anterior. Si la deconstrucción hasta ahora alcanzó a lo humano religioso y a los poderes naturales, la pretensión es ahora proseguirla hasta conculcar por completo la ley natural. Divorcio, homosexualidad, aborto, eutanasia no son valiosos en sí mismos sino en cuanto permiten poner patas arriba todo el orden natural existente, que se mantenía a pesar de la maldad espontánea del ser humano. Los nuevos ejes deben ser que la deconstrucción sea ejecutada por aquellos mismos que eran sus antiguos guardianes según el orden natural: el seno materno debe ser cadalso y la madre autora de la muerte de sus propios hijos, los hijos deben ser los autores de la muerte de los padres mediante al eutanasia, los sacerdotes deben ser los que propaguen y sean los reyes del error teológico y primeros autores del vaciado de iglesias, los pirómanos deben ser los mismos bomberos, los guardianes de la ley deben ser sus máximos conculcadores y que el lugar de la justicia humana sea el lugar donde ésta menos se practique y permita garantías, que la mujer asuma las actitudes del varón y el varón las de la hembra, que el varón pase a ser el paria y la mujer la dominatrix, que los hijos hagan llorar a los padres en lugar de al revés, que los alumnos "reeduquen" profesores, que el idioma general sea oprimido por sus variantes dialectales, que el centro sea oprimido por las periferias, que el hombre sea Dios y Dios quede en menos que un hombre.
Una anécdota familiar me reveló en buena parte todo lo que está sucediendo: en la mismísima cena de nochebuena en casa de muy cercanos familiares, todo lo que había para la cena era... un embutido de segundo orden; era un mensaje porque militaban en la ideología del pauperismo social programado y en la enemistad hacia la tradición sacra, ejecutaban una burla elemental de dimensiones colosales, burla ejecutada con perfecta seriedad: no nos dejamos llevar por el desprecio en atención a sus pequeños hijos, que nos necesitan a pesar de todo, y a la comprensión de la magna insensatez que nos permiten decir: "perdónales porque no saben lo que hacen".
A esto responde el nuevo programa para la humanidad. No comprendíamos la impotencia sufrida todos estos años, el ascenso imparable del progresivismo que es llevar a las últimas consecuencias y en todos los órdenes la revolución. Profecías, avisos, llamadas a la sensatez, se estrellaban contra la impavidez del hombre y mujer medios de las últimas décadas, porque en su sangre se ha destilado el veneno en abundancia, anestesiados, enloquecidos en la búsqueda del bienestar. y con pérdida ya no solo de fe sino de razón, que van siempre unidas y que si desaparecen lo hacen unidas.
Católicos de los tiempos presentes, en medio de esta tendencia abismal estamos situados, los de otras épocas tuvieron también que vivir la suya. Ascendamos en la lucidez, saber donde estamos, por donde van los programas de los enemigos de Dios y del hombre, de los jerarcas de la inversión más mordaz y burlona de Dios y del hombre.

La virtud de la templanza en la sonrisa, la risa, los gestos

Estamos mucho más influidos por la estética del mundo moderno de lo que nos pueda parecer. Incluso si tenemos una fe es frecuente que hayamos desarrollado comportamientos y maneras que responden a slogans envilecedores instalados de mil modos en nuestra cultura.
Tomemos el caso de la risa y los ademanes. Traducimos al respecto un artículo de un tema del que no se suele hablar ni recibir enseñanza y que va conectado con la condición espiritual. También las maneras hablan de la fe, y la fe se ve acompañada de ademanes concordes con ella, o de lo contrario se corre el peligro de que la fe se deteriore.
Ciertamente en los ambientes cultivados del pasado hubo un exceso de rigidez en los modales, y una cierta tiranía de las maneras sociales, pero no hay que irse al lado contrario de la desinhibición, sino aspirar al equilibrio.

La sonrisa - La risa - La Mueca . Artículo de Marian T. Horvat

El otro día, fui a comer con varios amigos. El ambiente era agradable, buen sitio, la comida buena, la excelente compañía. ¿Qué fue mal? En la mesa de al lado había un hombre de negocios, con varios clientes, o tal vez con amigos de otras oficinas. Cada pocos minutos, él entraba en erupción con una estridente carcajada que resonó en la habitación. Dado que no había más que una mesa de distancia, era casi imposible para nosotros tener una conversación normal. "¿De qué podía reirse?" No podía dejar de preguntarmelo.
La mala costumbre de reír sin razón, pertenece al comportamiento del loco, no del hombre sensato. Por desgracia, una escuela de comportamiento que floreció en el principio de la era de Hollywood considera conveniente reírse de todo. Es la misma escuela que enseña que es de optimistas la broma constante y artificial dejando ver los dientes de oreja a oreja. Todo es alegre y divertido, una actitud que no se ajusta a la realidad y está en contradicción con la vida y el pensamiento de una persona católica serena.

El hombre de épocas pasadas tuvo el cuidado de mantener la compostura, ya sea en privado, porque estaba delante de Dios y sus ángeles o en público, donde se dio un ejemplo en la sociedad de cómo debe comportarse un católico. Por estas razones, su risa es moderada, su sonrisa sincera y amable, su actitud seria. El culto a la espontaneidad de América y el optimismo ha hecho mucho daño a esta compostura.

El animal no se ríe, ni tampoco sabe por qué tiene el placer o por qué sufre. La risa y la sonrisa son especiales para el hombre. Ningún animal está dotado de esta facultad de expresar su placer o de dolor por medio de alterar las líneas de la fisonomía, ya que ningún animal tiene una fisonomía y ningún animal es capaz de pensar. La risa y la sonrisa son la expresión externa de un proceso mental en el hombre, lo que provoca en nosotros un sentimiento de admiración, sorpresa o simpatía.

La sonrisa
La sonrisa es el complemento y el perfume de nuestras relaciones, que despierta simpatía, completa un gesto, envuelve las funciones de la gracia cautivadora, es un reflejo de la paz interna de un hombre. La sonrisa suaviza el rechazo, atenúa la dureza de un comentario, alivia la gravedad de una contradicción. Para sonrisa no sólo es justo la acción física de un movimiento hacia arriba de la boca. Sonreir es no solo la accion fisica arriba y abajo de la boca, sonreir es infundir la propia fisionomia con una felicidad amigable y templada que ilumina y transfigure, dando un aire de cierta compostura de bondad y vuena voluntad.
La sonrisa, el espejo de nuestro estado interior, es tan variada como los sentimientos que nos animan. Es pretencioso cuando es expresión de un sentimiento de orgullo. Es irónico en los espíritus audaces y combativos. Es admirar en una que se encuentre en la presencia de la belleza, el bien y la verdad. Es signo confuso en almas desconcertadas y aturdidas. Es signo compasivo y amoroso en almas tiernas.

La sonrisa es la flor de la amabilidad que tiene un efecto en todas nuestras acciones para con el prójimo: el saludo y despedida, el reproche y la aprobación de una, y así sucesivamente. Si la caridad es una rosa, la sonrisa es su perfume.

La sonrisa es el arma que gana la amistad de nuestro vecino.

Risa

La risa es la expresión gozosa de súbita sorpresa causada por un hecho externo. Dentro de los límites de conveniencia y la moderación, la risa es permitido en sociedad, es comunicativa, como la tristeza y lágrimas.

Cuando se trata de una manifestación natural de los sentimientos de felicidad, la risa debe ser conforme a ciertos puntos:

• No debe estallar ruidosamente o inconmensurable;
• No se debe hacer el crack de voz o un eco de sonoridad ruidosa, como carcajadas o risas caballunas.
• El cuerpo no debe contorsionarse o sacudirse, como si es atacado por violentos dolores de estómago.

Sólo un necio se ríe sin motivo

Inmoderada la risa constante muestra una persona irreflexiva y superficial en el conocimiento de las personas y las cosas. En efecto, la risa es una reacción equilibrada a un contraste que aparece de repente entre dos objetos, una falta de armonía, una desproporción entre causa y efecto, los medios y al final, el esfuerzo y el resultado, etc La risa es, por tanto, una respuesta genuina y sincera a un cambio inesperado o fortuito.

No todo el mundo sabe reír. Personas cultivadas saben reír con calma, la risa estridente tontos. Nos encontramos en el Libro de la Sabiduría la siguiente frase: El tonto levanta la voz cuando se ríe.

La risa es inconveniente cuando se manifiesta en la presencia de actos deshonestos o fraudulentos, que una palabra licenciosa, un juego de palabras dudosas o giro de una frase o un gesto censurable. Una persona de buena educación no da su aprobación por la risa o una sonrisa que es contraria a las buenas costumbres. Por el contrario, se cubre el rostro con una mirada de desaprobación o rechazo, y se retira de la compañía.

Nadie debe reírse de los defectos de los demás, ya sean físicos o morales, tampoco debe idear trampas para que el ingenuo y sencillo sea risible. Sería muy censurable para un niño para burlarse de las deformidades de una persona, para ridiculizar a una persona con retraso o un hombre con discapacidad.

La risa forzada, es decir, reir sin motivo suficiente, es propio de tontos y bufones. También existe la risa amarilla, hecha de mala gana, pretendiendo disfrutar cuando uno está realmente disgustado.

La mueca

La mueca es una deformación exterior y el movimiento de los rasgos de la cara. Cuando algunas personas cantar o hablar con vehemencia, hacen muecas inconscientes, arrugando la frente, los ojos desorbitados, retorciéndose de la nariz, la boca, y los músculos de la cara como si sintieran un dolor violento. Algunos estudiosos cuando escriben coloque la punta de la lengua fuera de la boca y entrecerrar los ojos de un ojo. Ciertos gestos expresan burla, otros significan desprecio, mientras que otros, estupefacción. Algunas personas están acostumbradas a acompañar todo lo que dicen o hacen con muecas de variadas expresiones de las características. Aún más, imitan y burlas de otras personas, exagerando sus características.

Todo esto debe ser rigurosamente evitado.

La caricatura es la mueca de esbozo. Se trata de representar en forma de dibujos animados de los defectos o anomalías más destacados de las características de una persona, mientras que la conservación de las características fundamentales para que el dibujo es reconocible.

Cuando se habla de personajes imaginarios, la caricatura es un arte cómico que se burla de los defectos y vicios. Sin embargo, los que reproducen las características esenciales y deforme de una persona conocida, constituye una falta grave contra la caridad, porque invita a la burla y el ridículo del prójimo, y le priva del buen nombre al que todo hombre tiene derecho.

No es apropiado o cómica a dibujar caricaturas de los profesores o compañeros de clase con el fin de divertir a los amigos.
Alguien que tiene una sonrisa natural, tiene a su disposición un arma poderosa para el bien. La sonrisa del hombre virtuoso nos conquista por el bien, al igual que la sonrisa sarcástica del impío puede dañar a otros.

La sonrisa de San Juan Bosco atrajo a jóvenes y mayores. Un rostro sereno representa un alma noble. San Juan Bosco se presenta como el más amable de los hombres, su sonrisa y mirada abierta, capaz de atraer e influir en los jóvenes y de edad. Pero no hay rastro de intemperancia en esa sonrisa. Es imposible imaginar a este hombre, cada uno de cuyos actos era para mover a su prójimo al amor de Dios, estallando en carcajadas estridentes.

Santa Teresa de Lisieux pasó a través de este exilio esparciendo sus dulces sonrisas por todas partes. Sonrió para aquellos que deseaban lo bueno para ella y para los indiferentes. Ella sonrió, porque en todas las personas veía a Jesús, a quien ella sonrió continuamente.

Meditación del padre Gobbi sobre nuestro tiempo

EN NUESTROS TIEMPOS LAS TINIEBLAS SE HACEN MÁS DENSAS

MEDITACIÓN. 1ª. PARTE

Hermanos. Ha llegado el momento de hablar claro. Estamos viviendo en los tiempos, que sentimos la presencia de una atmósfera amenazadora, para la Iglesia y para el mundo. De una parte tenemos la amenaza a la Iglesia, que nuestra Madre, nos previene a menudo, y que Ella nos ofrece el remedio, en uno de los compromisos de nuestra consagración, unidos al Santo Padre y también en el boletín del padre Gobbi, que nos llama la atención. Pero hay otro sentimiento amenazador sentido por muchos, de la quiebra general de la sociedad, de moral y de orden en el mundo.
Especialmente, para los que estamos en la pastoral del sacerdocio, y estamos en contacto con la ansiedad de nuestra gente. El problema es que estos tiempos son muy conflictivos. Es porque el derecho de Dios para regir su propio reino esta seriamente desafiado y estamos entrando dentro del tiempo decisivo del conflicto, y por tanto esta cuestión debe resolverse. Estos son nuestros tiempos, los más conflictivos de toda la historia de la humanidad, por este motivo nuestra Madre, fundó el movimiento Sacerdotal y por esto encontramos nuestra vocación Mariana dentro de la Iglesia. Y por tanto, es esencial que tengamos una idea clara de lo que somos y de lo que la Madre quiere de nosotros. Ella describe estos tiempos de esta manera: “Hoy vivís tiempos sombríos, porque se trata por todos los medios de llegar al compromiso entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal; entre el Espíritu de Jesús y el espíritu del mundo. Muchos corren peligro de convertirse en víctimas de esta general confusión y también en mi Iglesia se querría difundir un falso espíritu, que no es el de Jesús, Hijo de Dios.
Como una nube tóxica, se expande el espíritu de mescolanza entre Dios y el mundo, y se llega a quitar su vigor a la palabra de Dios, despojando de su fuerza el anuncio del evangelio”.(8/12/82).
Estas palabras nunca deben ser leídas, rápidamente, porque ellas nos dicen las verdaderas dimensiones del ataque, que han estado hechas en contra de la Iglesia, y es como nosotros hemos estado llamados, en nuestra debilidad y pobreza a defenderla.
Aunque queramos profundizar más en lo que nos han dicho, nuestra respuesta a la llamada de la Madre, es a lo mejor, menos de lo que se necesita.
Cuando leemos las palabras de nuestra Madre, que un desafío ha estado hecho, para alcanzar un compromiso entre Dios y Satanás, porque sabemos el daño que ha hecho en el mundo, está claro que lo que está proyectando, no es menos que una total destrucción de la Iglesia en nuestros tiempos.
Nuestra Madre nos habla de algo como una nube tóxica, causando confusión en todas partes, en todo lo que es bueno y sofocando el Espíritu de Jesús en su gente, y que podemos reconocer fácilmente en la confusión de la doctrina y en lo moral, engañando a la gente que aprende en la Iglesia. Haciendo una panorámica de la Iglesia, que no tiene nada que ver con la Iglesia de Jesucristo.
Esta manera de pensar y de actuar estrangula la claridad de visión de los hombres, robando a la gente la habilidad de discernir lo que es bueno de lo que es malo, para ver la diferencia buena de lo que es de Jesús, palabra de Dios, de lo que es la humana inspirada por el demonio. .

En la cual una entidad conocida como la Iglesia continuaría existiendo, con todas las apariencias de afuera, rituales y vestimentas, y las maneras de actuar, así como de las autoridades, pero sin la manera sobrenatural de enseñar de Jesús. Esto será el exponente de los trabajos de Satanás.
Como nosotros decimos, ello será un desafío de poner a Dios fuera de su creación misma y eliminar su derecho de reinar en su propio reino.
De todo esto, nosotros podemos decir que hemos sido testigos, como observamos, a la luz de los proféticos mensajes dados por nuestra Madre, el desarrollo de la confusión, falta de disciplina, división y persecución y algunas veces críticas y rebelión en la Iglesia, es a un grado que no pensábamos que fuera posible.
Por eso, es para nosotros, este desafío lleno de soberbia de Satanás; como lo describe el profeta Isaías:¡Como has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora!
¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!
Tú que habías dicho en tu corazón: Al cielo voy a subir,
Por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono,
Y me sentaré en el monte de la Reunión, en el extremo norte.
Subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo.
¡Ya!: Al Seol has sido precipitado, a lo más hondo del pozo.” Is 14, 12-15.

Entonces la profecía viene a darnos el resultado de tal soberbia:
Los que te ven , en ti se fijan, te miran con atención;
¿Es ese aquél que hacía estremecer la tierra,
que hacia temblar los reinos,
que hizo del orbe un desierto y asoló sus ciudades;
que a sus presos no devolvía a casa?”
Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honor,
Cada uno en su morada.
Pero tú has sido arrojado fuera de tu sepulcro,
Como un brote abominable, recubierto de muertos acuchillados,
Arrojados sobre las piedras de la fosa, como cadáver pisoteado. “IS 14,15-19” ,
Un ataque terrible, que hace gran daño, terminando con la conquista del mundo del demonio.

Nosotros vemos la profecía del anticristo, y esta es la naturaleza de nuestros tiempos y los tiempos de este Movimiento.
Nosotros como su movimiento de sacerdotes, estamos confiados a una especial responsabilidad en estos tiempos, y es necesario que tratemos de tener una gran seriedad, de que estamos comprometidos en ello, de otra manera no tendremos la determinación del corazón que necesitamos para hacer nuestro cometido plenamente. Esto es así en los mensajes.
Éstas cosas no son habladas abiertamente por las altas autoridades de la Iglesia. (Yo pienso que para no parecer alarmista).
Pero un signo de cómo ellos están cerrados al corazón de la Iglesia, estaba descrito por el Cardenal Wojtyla en Noviembre de 1976 unos cuantos meses antes de ser electo Papa Juan Pablo 11:
(Hoy nosotros estamos enfrentándonos a la más grande batalla de la historia humana que jamás se ha visto).

Yo no pienso que la comunidad cristiana tiene la comprensión de todo esto.
Hoy nosotros estamos preparándonos para la batalla final entre la iglesia , entre el evangelio y el antievangelio.
La venida del anticristo, y el hombre de iniquidad. Como de otra manera interpretar las palabras del futuro Papa. La iglesia en contra de la iglesia, el evangelio en contra del evangelio. ¿La batalla final en contra de la Palabra Misma?

Estas palabras no deben leerse rápidamente, pero absorberse y llevarse en el corazón en un Movimiento como el nuestro, que está tan cerca y envuelto en todo esto. ¿Qué nos dice Nuestra Madre en uno de los primeros mensajes?

¿Qué deben hacer ahora estos hijos míos, que por primera vez se encuentran reunidos?
Deben prepararse, deben estar dispuestos:
-A mis órdenes, porque pronto los llamaré y deberán responderme todos, dispuestos a ser utilizados por Mí para la extrema defensa de mi Hijo, Mía, del evangelio y de la Iglesia
Serán la sal en un mundo todo corrompido y la luz encendida en las tinieblas que lo habrán invadido todo
-A luchar, porque mi adversario desencadenará contra ellos su ejército. Serán encarnecidos, despreciados, perseguidos, y algunos hasta asesinados.
Pero yo estaré siempre con ellos, y los protegeré y defenderé y los consolaré enjugando todas sus lágrimas como sólo la Madre sabe hacerlo.
-A defender al Papa, que se ve ya tan sólo para llevar la cruz de la Iglesia; pues vendrá el momento en el que, como Jesús será abandonado casi por todos.
Entonces estos hijos Míos, serán su consuelo y su defensa, y vencerán Conmigo en la más grande batalla de la Iglesia.(23 de Septiembre de 1973)

La última defensa de Mi Hijo, la más grande batalla de la Iglesia, palabras que son el eco del Cardenal Wojtyla. Hay una impresión en el aire de que hemos llegado; yo sugiero que éstos son los tiempos del gran conflicto con la anti-iglesia, los tiempos en que nuestra Madre ha estado preparándonos.

Mientras esta batalla es descrita en términos que parecen emplear violencia física y fuerza (y puede que no excluida) podemos pensar en nuestro siervo de Dios, Fr. Nazareno, y otros también .
Estamos hablando de algo más profundo e inteligente.
Es el interior del corazón de la gente y de la Iglesia, que es lo más importante.
No debemos mirarlo como algo puramente del futuro. Éste silencioso asalto ha estado construyéndose por años. Es un asalto dirigido directamente en contra de la Iglesia a todos lo niveles, pero el ataque que más nos concierne en el Movimiento sacerdotal Mariano, está claro, que está dirigido en contra de los sacerdotes. Esta es la parte más importante del ataque y nosotros debemos decir que él es muy astuto y que conoce su negocio infernal muy bien
Mientras que la verdad es que los sacerdotes se mantienen pobres en todo, son seres humanos investidos con poderes infinitamente más grandes que ellos mismos. Y que llevan en sus manos, en los sacramentos de vida, la salvación del mundo, y la respuesta definitiva a las actividades del demonio.



Nosotros llevamos a Jesucristo, nuestro Salvador, vivo y activo en nosotros. El comprende la Iglesia y su realidad espiritual mejor que ninguno de nosotros y está muy atento que, si tu dañas al sacerdocio, o si en el caso de suceder que cesara un sacerdote del ejercicio y de su vocación también, inflige un daño muy serio. No hay necesidad de repetir otra vez aquí, las estadísticas desagradables de la pérdida de sacerdotes y religiosos que ocurrió principalmente después del Concilio Vaticano 11, pero el caso es que atentaron de que un vasto número de sacerdotes se fueran de la Iglesia. Pero no es simplemente una cuestión de números, es un ataque a la verdad de Dios. Y ha estado construyéndose gradualmente.

Uno sólo tiene que pensar en un sutil cambio, el cual ocurrió alrededor del tiempo del Concilio Vaticano segundo. Con la llegada de los peritos, creció un culto de teólogos, aunque ellos merezcan el nombre o no, el hecho es que ellos publicaron un libro que era demasiado insuficiente.
Ello continua y, con esto, la guía central de la Iglesia, cambió en muchas mentes, y en donde El Señor los colocó, que es en la Jerarquía, junto al Santo Padre y los obispos unidos a él. Además llegaron toda clase de escritores, de variadas opiniones.
Esto, no sólo afectó a los sacerdotes, pero también a los seminaristas de muchos seminarios. Ésta es la primera parte del ataque: el ataque a la verdad de Dios, los fundamentos de la Iglesia.

Luego, podemos pensar en otra arma empleada por nuestro enemigo: El atentado a minar la disciplina de la Iglesia que ha sido siempre conocida como un ejemplo. Sus miembros han sido vistos siempre como una unidad, y esto la ha salvaguardado. La Iglesia tiene en sus raíces la certeza de que está gobernada por la Presencia de nuestro Señor Jesucristo y guiada por su Espíritu Santo y no simplemente por hombres, que aunque inteligentes, son humanos, y se podía pensar que la cabeza de la guía de la Iglesia, como hemos dicho, viene de los pensamientos humanos y opiniones de los teólogos, y que la Iglesia ha estado fundada por opiniones humanas y no, por revelación Divina. Esto es posiblemente, la última injuria con que la Iglesia ha estado infligida.
La negación implícita de su Sagrado Fundador y de su continua Presencia en la Iglesia, a través de su Espíritu Santo, la Guía de todo. Excluyendo a Dios de su Iglesia, la tienes destruida a ella. Aún pensando que debe continuar a adoptar la misma actitud.

Ésta es la más cruda verdad que éstas palabras de nuestra Madre subrayan: ¡Cuántos de vosotros se han parado a considerar su Palabra!
“La han querido penetrar y comprender sólo con su propia inteligencia humana, y por eso han caído así inadvertidamente en los más grandes errores.
No es con sólo la inteligencia humana como debe leerse la Palabra de mi Hijo. Él dio gracias al Padre por haber escondido los misterios de su Reino a los sabios y a los entendidos de este mundo para revelárselos a los pequeños.
La Palabra de Dios debe ser leída y comprendida, sobre todo, con humildad interior y plena docilidad del alma”.
“Por eso mi Hijo ha encomendado su auténtica interpretación sólo al Magisterio de la Iglesia. Por lo tanto, debéis habituaros a esta difícil y tan necesaria actitud de humildad y de interior docilidad”.(13 de Abril de 1976).



La falta de disciplina, va de la desunión con el Santo Padre, y la pérdida de la perspectiva sobrenatural en comprender el rol de la enseñanza de la Iglesia; deja al hombre el camino al depredador, de pensar y actuar en un camino ajeno al de la Iglesia.
Recordamos las palabras del Papa Pablo sexto, escritas para nosotros por el Director Espiritual, en el principio del libro azul.
“Lo que me molesta a mí, cuando pienso en el mundo Católico, es que, dentro del Catolicismo, parece algunas veces predominar la manera de pensar del no Católico, y puede suceder que éste pensamiento no-Católico dentro del Catolicismo, mañana será el más fuerte. Pero nunca representará el pensamiento de la Iglesia”
Aunque el pensamiento no- Católico está en la Iglesia, es diferente de ésta, porque no está tocado con la gracia, pensamiento que es de fuera del Magisterio.

Hermanos, esto es lo que está ocurriendo en nuestra Iglesia. Debemos ser cuidadosos de ver que el verdadero demonio miente, no solamente en particulares mandamientos, pero en general en todas las actitudes. Nuestra Madre se refiere a la necesidad de obedecer a la Iglesia aún en aquellos pequeños detalles, como la de usar el vestido talar.
El objeto no es de material importancia, de lo que se nos pide, pero la cuestión es la liviandad de cómo lo toman, no de decir indiferencia, pero de la manera que la autoridad lo ha aceptado y no le da importancia. Necesitamos volver a ver a las autoridades de la Iglesia en términos más sobrenaturales, y de la presencia del Señor subrayar el deber de la obediencia.

Sobrenatural Naturaleza de la Iglesia

Tristemente, esta suerte de sentimientos de lo sobrenatural tiene, para algunos, el resultado de fallar, al buscar la presencia de Dios en sus vidas. Sin duda, si un hombre no guía una vida centrada en la oración, no puede ser en su vida un buen sacerdote; como él viva adecuadamente y actúe en la persona de Jesús, pero si él abandona la oración y trata de vivir sin esta humilde unión de espíritu con Jesús, él seguramente fallará.
Nuestra Madre nos avisa de esto:
Es indisciplina la falta de docilidad interior a la voluntad de Dios, que se manifiesta en la transgresión de las obligaciones propias de vuestro estado: la obligación de la oración, del buen ejemplo, de una vida santa y apostólica.
¡Cuantos sacerdotes hay que se dejan absorber por una vida desordenada y que ya no oran! Descuidan habitualmente la liturgia de las horas, la meditación, el rezo del santo Rosario. Limitan su oración a una apresurada celebración de la Santa Misa.
Así estos pobres hijos míos acaban por vaciarse interiormente y no tienen ya luz y fuerza para resistir a las muchas insidias en medio de las cuales viven.
Acaban por esto, contaminados por el espíritu del mundo y aceptan su modo de vivir, comparten sus valores, participan en sus manifestaciones profanas, se dejan condicionar por sus medios de propaganda y a la postre se revisten de su misma mentalidad. Terminan después viviendo como ministros del mundo, según su espíritu, que justifican y defienden, provocando escándalo en medio de muchos fieles.
De aquí nace la creciente rebelión a las normas canónicas, que regulan la vida de los sacerdotes y la reiterada contestación a la obligación del sagrado celibato, querido por Jesús por medio de su Iglesia, y que en estos días el Papa lo ha refirmado nuevamente con firmeza.(2 de Febrero de 1979).

Este mensaje merece una reflexión especial, para todos nosotros, porque contiene un saludable análisis del estado de la Iglesia de hoy, como resultado de un ataque furioso de parte de nuestro enemigo.
Pero yo pienso que tendríamos que tomar nota de la triste referencia de nuestra Madre, de este estado de escándalo, inducido en la gente. Si bien es cierto, que el ataque viene del enemigo y que está dirigido en contra de los sacerdotes, es una terrible iniciativa satánica. Sin embargo, la cooperación que él recibe, viene de parte de los sacerdotes, y la falta no es de los laicos.
Todo no puede ser perfecto, pero tenemos necesidad de buenos pastores.
Falta, de parte de muchos sacerdotes la guía espiritual, debida a nuestra gente. Hay un considerable sentimiento de escándalo en la Iglesia de hoy, de parte de los buenos miembros fieles, viendo los errores, faltas y divisiones, entre los sacerdotes y la infidelidad al Santo Padre.
Tenemos que recordar que nuestra Madre nos dijo, que tenemos que ordenar sacerdotes de Nuestro Señor Jesucristo y no sacerdotes para el mundo.
Cuando estamos reflexionando lo que estamos diciendo, vemos emerger la figura del compromiso del Movimiento Sacerdotal Mariano, en la batalla declarada por nuestro enemigo. Nosotros podemos ver, antes que nada, el ataque a la verdad de Dios, y la desunión que trajo al magisterio a través de una falsa idea de libertad.
Con todo esto, se perdió el sentimiento sobrenatural de la Iglesia, en reconocer la Presencia guiadora y la autoridad de Jesús nuestro Señor.
Por eso está bajando el nivel de la sociedad humana, sujeto a cada opinión humana.
Una de las características de la Iglesia Católica es la de ser Santa, precisamente por esta Presencia y Divina actividad.

En contra de la división y la desunión, nuestra Madre nos pide los compromisos que hacemos en nuestra Consagración.
En estos días, en el boletín de este año, Don Stéfano se ha concentrado en el segundo de estos compromisos: Unión con el Santo Padre y con la Jerarquía unida a él.
En este aspecto, nuestra Madre, nos ha ofrecido un refugio necesario para escapar de la desunión, de la cual hemos estado hablando. El Señor nos tiene garantizada la verdad a través de la persona del Santo Padre, en su custodia, junto con la Jerarquía unida a él.
Luego, Ella nos pidió a nosotros que formáramos esta unidad en la verdad, en aquéllas almas que están entregadas a la pastoral de difundir el espíritu de la consagración a su Corazón Inmaculado entre los fieles. Ese Corazón que Ella nos ha prometido que será un refugio en la tormenta que nos circundará. (Mi Corazón Inmaculado será vuestro refugio y el camino que nos guiará a Dios), y en nuestro compromiso con su Corazón, nos ofrecemos a ser alimentados con su Santidad, su Conocimiento, su Sabiduría, así viviremos nuestra vida con Ella y en Ella.
Es aquí que encontramos el regalo que nuestra Madre está haciendo a su Hijo en la batalla, en la cual la Iglesia está comprometida.
Hemos dicho que el ataque es astuto, y va directamente al interior o sea, al Corazón de la Iglesia.